Sobrevolando Marruecos

La Dreta de l'Eixample, mi barrio

“Todavía no caigo”, decía el pibe de Posadas, que con su novia compartían conmigo la hilera del medio del vuelo LA8114, que había partido desde Guarulhos hacia Barcelona el domingo, 25 de febrero. Esto resumía bien lo que había sentido unos minutos antes, cuando me desperté en el incómodo asiento luego de haber dormido unas 3 o 4 horas y miré la pantallita delante de mí, que mostraba que estábamos sobrevolando Marruecos. 

La puta madre, estoy sobrevolando Marruecos. ¿Cómo llegué a eso?

Era el segundo vuelo más largo en el que había estado. El primer vuelo largo en el que viajé sola. El primer vuelo en el que el destino final sería Europa.

¿Cómo llegué a eso? Bueno, todo empezó hace más de un año. Año y medio, ponele. Cuando empecé a ir perdiendo las esperanzas en mi futuro en Buenos Aires. Me aburría vivir la vida, me daba incertidumbre lo que podría venir por delante, la situación económica de Argentina no era para nada alentadora y ya estaba harta de eso. Sentía que quizás aquellos 6 meses, que luego se convirtieron en más de ocho años, podrían estar llegando al final. Entonces decidí dejar una puerta abierta, por si acaso. Empecé los trámites para sacar mi pasaporte luxemburgués en Brasilia y en unos seis meses él ya estaba listo para mí. Así que acá estoy gracias a Christoph (y al primo de mi viejo que hizo todo el trámite para que tuviéramos la ciudadanía de nuestro tatara tatarabuelo).

Es público y notorio que desde ese entonces la situación económica de Argentina no solo no mejoró, como empeoró significativamente, como nunca antes, desde que había llegado, en 2015. Mi estado anímico tampoco mejoró, así que empecé a hacer terapia y cuando me di cuenta estaba diciéndole adiós a Buenos Aires y yéndome a pasar dos (insufribles, pero necesarios) meses y medio en Brasil. 

Y ahora estoy acá, en mi nueva ciudad, en mi nuevo país, casi como en aquel 2015, sin la parte del hostel rancio, de no entender qué me dicen (al menos cuando no me hablan en catalán) y sin tener que contar monedas. Todo otra vez. Porque para mí, de eso se trata la vida. Volver a empezar cuantas veces sean necesarias y vivir tantas vidas como puedas dentro de esa única corta vida que nos regalaron. 

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